Adiós 2018. Adiós

Se cierra un año complicado. Todos lo son de algún modo. Este lo ha sido en todos los frentes. Difícil de gestionar cuando todos tus cimientos se mueven a la vez. 

Termina el año,… y curiosamente, todas las aguas han vuelto a su cauce, incluso mejor si cabe alguna de ellas.

Llevo el año diciendo que no había aprendido, y aún no lo he hecho. He tenido tantos impactos y tan seguidos, que no me daba tiempo de recuperarme de uno y sacar conclusiones serenas antes de que me llegara el siguiente. He tomado decisiones que corregían a corto plazo, día a día, paso a paso.

Espero en este 2019, volver a la senda. Volver a mis proyectos, ser capaz de centrarme obviando lo despreciable, obviando aquello que debe ser obviado, pensar en mí y, como me han dicho mis mejores amigas-os, y han sido muchas-os y muchas veces en este año, aprender a cuidarme, a ponerme yo primero. Primero que a otros, sus proyectos, sus necesidades… olvidando las mías.

Si algo he conseguido aprender antes de terminar el año (jueves 22 a las 6 am, antes de coger un avión para ser exactos) es que la energía no es infinita. Lo sabía. Racionalmente lo sabía, y varias amigas me lo decían. Sin embargo, fue ayer mirándome en el espejo de un ascensor, cuando me di cuenta que este 2018 había depositado tanta energía en otros,… estirando, estirando,…. problemas de la organización de otros, de sus cumplimientos de objetivos, de sus emociones, de sus necesidades, de sus egoísmos… que no había tenido para mí.

Me conciencié en ese momento, de que mi energía no es ilimitada.

Otra cosa que aprendí, en el avión, pocas horas después, es que no necesito aquello que no me quieran dar. Ni un abrazo, ni un reconocimiento, ni una palabra, ni nada que a la otra persona no le salga de dentro del alma darme. Ni lo necesito, ni lo quiero. Así no.

Hay un mantra que me llevo repitiendo desde principio de año con los primeros golpes. El punto culmen lo puso Serrat. Sí, Joan Manuel Serrat, en su concierto Mediterráneo del 12 de diciembre en Madrid.

Comentó Serrat que algunos medios de comunicación decían erróneamente que era por el 50 aniversario del disco. Y dijo que no, que eran 47 años porque no estaba para esperar y nos recomendó que, si queríamos algo, no esperáramos, que la vida es fugaz y solo hay una.

Después con Penélope, me quedó claro, la vida es una, pasa rápido, y no está para dejarla pasar por nada ni por nadie. Confieso que lloré mucho en ese concierto. Y aprendí mucho, más de lo que quería ni pensaba que iba a aprender.

Y la última lección, que es corolario de la de Serrat, es que si vivo, me equivocaré. Este año me he equivocado mucho. Es lo que tiene vivir.

Vivid mucho, equivocaros las veces que sean necesarias, no sufráis por lo que se va sino dejarlo ir en paz, y sobre todo y especialmente, quereros mucho.

2019 puede ser un gran año. Aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de nosotros. No permitas que se esfume. Consume la vida a granel. Un año donde todo está por descubrir. Saca los instintos al sol. No dosifiques los placeres, si puedes derróchalos. 2019 es un ejemplar único, no lo dejes escapar. Todo cuanto te rodea, lo han puesto para ti.

No lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres. 2019 puede ser un gran año, y 2020 también.

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